11 agosto 2012

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Aún nos queda algo... Esperanza

Me encuentro sumergido entre unas de las más bellas páginas de la "Apocalíptica" pura. No de esa amarillista y escapista que pretende hablar del fin del mundo a base de la infundación del miedo y la proliferación del terror y el pánico. Sino de aquella más semejante a la experiencia de la primitiva iglesia cristiana, que en medio de la tribulación causada por la persecución, llevaban en sus corazones la convicción férrea de una "tierra y cielos nuevos" en la cual Dios reinaría por fin, provocando un nuevo orden de las cosas, un mundo con una nueva dinámica de equilibrio expresada con la hermosa frase epitáfica del "león que pastará junto a la oveja, y el infante que jugará con la serpiente."

Me refiero a la llamada "Teología de la Esperanza" y a uno de sus mejores Profetas, Jürgen Moltmann. El texto en cuestión - "La justicia crea futuro"- publicado finalizando la década de los ochenta comienza haciéndonos una pregunta fundamental: "¿Tiene futuro la sociedad moderna?" Nuestro autor es claro que por "moderna" comprende a la Ilustrada Europa y en concreto la problemática política, social, cultural, ecológica y nuclear de esas latidudes, mas no es ajeno a la realidad como totalidad ni como sistema orgánico e interdependiente, manifestando entonces que se ha contenido en hablar mucho de la situación del Tercer Mundo debido a que en "tales cuestiones los que tienen la palabra son los teólogos de aquellas regiones." Razón por la cual es prudente al momento de referirse a la producción propia de América Latina y a la Teología Negra, pero no duda en colocar en igual disposición a estas expresiones de la fe con la "Teología Política" europea nacida después del lametable acontencimeinto de Auschwithz y su rezago existencial del "¿Dónde estaba Dios?"

"En verdad Creador, creación y criatura han sido refutados por Auschwithz", decía el dramaturgo Rolf Hochhunth en su drama "El Representante". "Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?" Gritaba Jesús desde la cruz. ¿Qué habrán gritado los primeros mártires cristianos mientras eran quemados en la arena del circo romano? ¿Qué plagaria habrá salido de los corazones de las víctimas en Hiroshima? ¿Qué oraciones rezarán los miles de desempleados, pobres, marginados y explotados que van lentamente muriendo gracias a la violenta vida causada por sistemas totalitarios?
¿Tiene futuro este mundo?

 Max Horkheimer se atrevió a escribir: "Teología es... la expresión del anhelo de que el asesino no pueda triunfar sobre la víctima inocente." Teología no es meramente un discurso, mucho menos la expocisión erudita de ideas abstractas y sin sentido para las grandes mayorías, que nunca leerán los textos de doctores y teólogos. Teología es el ahnelo, la convicción de que el asesino no triunfará. Teología es esperanza. Pero no una esperanza pasiva, porque si es conformista no es esperanza. Teología es hacer historia junto a las víctimas, cargando sus cruces, quizás muriendo con ellas. Los teológos entonces deberían ser los nuevos Cirineos con el Jesús a cuestas. Por eso el apocalipsis es teología y aquellos "santos vestidos de blanco y lavados con la sangre del cordero" verdaderos teólogos.

Gustavo Gutiérrez - padre de la Teología de la Liberación- decía que la teología es la palabra segunda que sigue luego de escuchar la voces del pobre en su praxis liberadora. Esto nos hizo descubrir que la "realidad se nos impone" , que "la gloria de Dios es que el hombre viva." Pero, ahora podemos decir, que teología no solo es una palabra sino sobre todo y después de todo La Acción que acompaña esa praxis, brindado esperanza en medio de este valle de lágrimas.
¿Tiene futuro este mundo? Lo desconozco, pero sí sé que todavía tiene esperanza.

Termino estas meditaciones con una oración que nace del interrumpir mi lectura. Del pensar, con la honradez necesaria, en seguir diciéndole Sí a Dios. Preguntándole ¿dónde he de encontrarlo? Susurrando como Juan de la Cruz "¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido?

Dios ha muerto,
sí, ha muerto clavado en la cruz del Calvario,
ha muerto en el indio del nuevo continente,
en Hiroshima, en Auschwithz, y el Mozote.

Ha muerto en la India junto a Gandhi,
en la España de Miguel Hernández,
en el Norte junto a Luther King,
y en el disparo que mató a Romero.

No ha muerto, lo han asesinado,
Lo mató Pilatos en el pretorio,
el europeo en la conquista,
el alemán nazi y los militares en El Salvador.

Lo mató el poder del Imperio,
la razón del Ilustrado,
la fuerza del militar,
lo voraz del Sistema...

Descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos.
Resucitó en la fe de Jesús de Nazaret,
en la fe del indio, del japonés, del judio... de Rufina.

Dios no está muerto, ha resucitado!
ha resucitado en la esperanza del joven,
en la utopía del estudiante,
en la lucha de la mujer,
en la resistencia del pobre.
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