Llegada la plenitud de los tiempos, una nube nos cubrió con su sombra,
y en medio de la oscuridad, se hizo la luz.
Se escuchó entonces la voz del profeta gritar: “Miren a la doncella, que está en cinta”.
La luz se hizo palabra, la palabra se hizo carne … y habitó entre nosotros.
Nuestro espíritu se alegra,
porque nuestro salvador ha visto la humildad de sus siervos,
desde ahora nos llamarán: bienaventurados.
Bienaventurados los limpios… porque verán.
Y aún conociéndole de oídas, nuestros ojos ya le han visto.
Hemos visto como su vida se asoma a la nuestra.
Somos testigos de los signos que nos preparan su llegada.
Hemos visto su figura, aparecer de forma inquieta.
y hemos escuchado su voz, al cantar su corazón.
Resta esperar,
para que llegado el fin de los tiempos,
podamos exclamar llenos de gozo,
al son de los ángeles: ¡Hoy, un niño nos ha nacido!
¡Saludos!
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